Amado Clínica Pediátrica

7 consejos para que por fin disfrute comiendo

La alimentación (o más bien la “falta” de la misma) es un motivo de consulta muy frecuente en pediatría. Y en muchos casos este problema se puede mejorar siguiendo una serie de pautas para cambiar los hábitos con la comida. En otros casos la problemática se debe a una condición médica (especialmente si viene acompañada de bajo peso, síntomas gastrointestinales…) que tú médico debe valorar y solucionar. Nos centraremos en el primer grupo: el “niño-sano-que-come-fatal”.

 

La buena noticia es que tiene solución. La mala noticia es que no existen atajos para que un niño coma bien. De la misma manera que no hay atajos para perder peso, tampoco es razonable entregarnos a remedios milagrosos para que nuestro niño coma bien. “Comer bien” requiere de la adquisición progresiva y constante de hábitos.

 

Aquí tienes algunos consejos para que tu hijo se enganche a esos hábitos:

 

1. Asocia la comida con algo “bueno”.

Los castigos o los enfados nunca van a funcionar. Desiste. Cambia el chip. Tienes que establecer un plan mediante el cual tu hijo asocie la comida con algo positivo.

 

Este plan pasa por utilizar los “refuerzos positivos”: cada vez que apreciemos cierto avance en la comida debemos inmediatamente reforzarlo: prémiale, recálcale lo bien que lo ha hecho y lo orgulloso que estás de él. Mejora su autoestima. Debe producirse (a lo largo del tiempo y con mucha paciencia) una asociación entre “comer bien” y sentimientos de alegría, trabajo bien hecho, orgullo… El día que no se produzcan avances (que serán la mayoría al principio, no desesperes), simplemente muéstrate indiferente.

 

2. Evita los aparatos electrónicos (tv, tablets, etc.) durante la comida.

Debemos favorecer la autonomía de los niños desde pequeños, y en el caso de la comida, este aspecto es crucial. El niño tiene que ser totalmente consciente del acto de comer, no debe poner el “piloto automático”. Zombificarlos o distraerlos para que coman sin darse cuenta no es una estrategia adecuada.

 

3. Asigna un tiempo determinado a la comida.

No prolongues las comidas de manera que se solapen entre ellas. 30-45 minutos para la comida son suficientes para que un niño pueda acabar el plato. La estrategia de “no te levantes hasta que te acabes” sólo hará que empeore la situación, ya que así nunca tendrá hambre en la siguiente comida, y entraremos en un círculo sin fin.

 

Debemos informar y explicar al niño que tiene un tiempo determinado para acabar el plato. Transcurrido ese tiempo, retiramos el plato (sin dar más explicaciones, ya se las hemos dado antes) y esperamos a la siguiente comida.

 

4. No generes una situación de ansiedad (en el niño y en ti).

La gran mayoría de los niños sin problemas médicos tienen un estado nutritivo adecuado y no va a ocurrir nada si nos saltamos alguna comida. Lo que sí puede desembocar en problemas de salud futuros es el hecho de mantener en el tiempo unos inadecuados hábitos alimenticios.

 

5. No sustituyas las comidas “oficiales” por otras más “apetecibles”.

Expresiones del tipo: “es que solo toma el biberón, se lo tengo que dar porque si no no se alimenta”, o “sólo le gustan los nuggets de pollo, si no se los damos no come nada”, etc. son muy frecuentes en las consultas de pediatría.

 

Siendo conscientes de la complejidad de lidiar con problemas de alimentación a diario, debemos mantenernos firmes y enseñar a nuestro niño (y a nosotros mismos) que este tipo de dietas restrictivas son muy perjudiciales para su salud y pueden acarrear problemas en el futuro.

 

6. Prescinde de los jarabes para abrir el apetito.

Los estimulantes del apetito que existen están en desuso debido a sus efectos secundarios, y no sirven de nada si no se corrigen conjuntamente los malos hábitos alimentarios. Tampoco existen “sustitutivos” ni “vitaminas” para compensar una inadecuada ingesta de nutrientes, excepto que se compruebe un déficit carencial.

 

7. No abuses de alimentos que “saben muy bien” a edades tempranas.

La introducción de “galletitas”, pan, cereales con miel, “gusanitos”, etc., a unas edades tempranas hace que los niños rechacen (espacialmente si saben que van a conseguir sin dificultad este tipo de productos) el resto de alimentos que sí son necesarios para su correcto desarrollo. No hay ninguna prisa para darle galletitas a un bebé: ¡intenta contener a las abuelas! 😉

 

¿Y si lo anterior no funciona? ¿Cómo saber que no existe un problema médico?

Estos consejos que te hemos dado, se aplican después de descartar que el niño no tiene problemas médicos que condicionen una falta de apetito.

 

Ejemplos de condiciones médicas que cursan con falta de apetito: enfermedad celiaca, alergias alimentarias, infecciones por una bacteria llamada Helicobacteri Pylori, problemas de tiroides…

En la clínica intentamos descartar este tipo de enfermedades a través de tests de diagnóstico rápido, adaptados a niños (y a familias que quieren una solución rápida). Contamos con tests que estudian todas las condiciones que hemos enumerado, entre otras.

 

¿Qué ventajas tienen este tipo de tests?

  • En el momento. Se realizan en el momento de la consulta, no te vamos a citar para otro día.
  • Adaptados a niños. Tan sólo necesitamos unas gotitas de sangre extraídas del pulpejo del dedo mientras están viendo la “tablet” (el niño no lo pasa tan mal como en las analíticas que se extraen “de la vena”).
  • Rápidos. Los resultados tardan 10-15 minutos, con lo cual evitamos la espera para saber que es lo que está pasando.
  • Todo en una sola consulta: nos cuentas cuál es el problema, realizamos la exploración, indicamos las pruebas, la realizamos, obtenemos los resultados y decidimos el mejor tratamiento.

 

Puedes pedir tu cita aquí. 

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