¿Es arriesgado volver al cole después del Covid-19? Es la gran duda que os abruma a madres y padres ahora. El cierre de los centros educativos en el mes de marzo fue la primera medida adoptada ante el riesgo de diseminación de la pandemia. La pérdida del contacto personal con el profesorado y con los padres ha supuesto para todos los niños y niñas una merma en su aprendizaje, en su desarrollo y su bienestar socioemocional.
Si bien es cierto que en esta emergencia sanitaria la infancia no ha sido un grupo principal de riesgo, en términos de impacto social puede ser el colectivo que pague el precio más elevado y duradero.
Muchos creemos que la educación no puede parar durante una emergencia, ya que es una parte esencial de la recuperación en este contexto: aporta normalidad, un sentido de la rutina, y conocimientos y habilidades necesarias para el desarrollo. En todas las propuestas de vuelta a las aulas se deben equilibrar el derecho a la salud y a la educación.
Numerosos expertos (Save the Children, Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), Confederación Europea de Pediatras de Atención Primaria (ECPCP) reivindican la necesidad de poner los medios necesarios para que la vuelta a la actividad presencial en los centros educativos pueda comenzar cuanto antes. Aún con la incertidumbre de cómo irá evolucionando el escenario, debemos asumir el hecho de que tenemos “convivir” con un nuevo patógeno causante de infección.
No hay duda que la vuelta al cole supone un gran reto. No sólo por el grado de incertidumbre sobre la situación epidemiológica y el riesgo de rebrote de pandemia con la aparición de nuevos casos. También por la situación emocional de miedo e inseguridad a que los niños o niñas puedan enfermar, se contagien o puedan convertirse en vectores de transmisión para la familia.
Parece cada vez más cierto que los niños no tienen el gran poder de transmisión que se les atribuyó al principio de la pandemia. Sabemos que se infectan menos y con síntomas más leves o de forma asintomática, siendo muy raros los casos de enfermedad grave o mortal por COVID-19. Pero existe un riesgo real de que los niños y niñas puedan contagiar y ser contagiados en la misma medida que la población adulta. Además, es importante tener en cuenta que los centros educativos son espacios donde la concentración y el contacto son la norma.
En este situación, se requiere una gran dosis de flexibilidad y comprensión por parte de familias, personal docente y de servicios de los centros escolares, así como de la administración educativa.
Desde el punto de vista médico creemos que habría 5 medidas clave que cabría garantizar para una vuelta lo más segura posible al colegio:
1. Distanciamiento físico (que no social) de seguridad y uso de mascarilla.
2. Fomento de las medidas de higiene personal y respiratoria.
3. Limpieza y desinfección diaria de instalaciones y entorno.
4. Planes para el aislamiento ante casos de infección o sospechosos.
5. Información y formación a la plantilla del centro, familias y alumnado.
En cuanto a las clases online, creemos que estas deben fomentarse en niños de cursos superiores. En etapas de infantil y primaria la asistencia presencial se antoja imprescindible.
La detección de casos sospechosos será fundamental. Identificar claramente el origen de una fiebre, o de cualquier proceso infeccioso toma más importancia si cabe aún. Los tests de diagnóstico rápido para patología infecciosa serán cruciales. Ejemplo: si detecto que la fiebre es por una infección por adenovirus mediante un test rápido, ese niño automáticamente ya no sería una sospecha de COVID-19.
Los niños, niñas y adolescentes no pueden ser de nuevo los grandes olvidados, también en esta situación de pandemia por COVID-19. Es necesario tenerlos en consideración y preservar sus derechos a la salud, la educación, la protección y seguridad y a ser escuchados.
*Adaptado de documento de consenso elaborado por Save the Children y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.
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